"LA TRANSFERENCIA COMO ARMA DE LA RESISTENCIA". Cap III."Sobre el modo de Goce Capitalista y el Sufrimiento del Sujeto"

La psicoanalista Colette Soler, en una conversación del año 2004, titulada "El Anticapitalismo del Acto Analítico", manifiesta que el discurso "colectivo" incide en cada sujeto. Este discurso se refiere a un "arreglo", a un orden de los lazos sociales a través del lenguaje, a una regulación de conductas que instalan los límites al goce: los permitidos, los prohibidos, los prescritos. Aún así, es importante considerar que ningún discurso logra ordenarlo todo, siempre hay una parte que se escapa a lo prohibido y prescrito. Por esto, dice Colette Soler no existe civilización o discurso sin policía, sin psiquiatría y sin educación: “la educación para hacer entrar en el discurso, la psiquiatría para recoger lo que no entra y la policía para contener lo que tampoco entra”.

En este contexto el síntoma se percibe como algo que no va, que hace sufrir, que se impone y no se logra eliminar: “no logro hacer esto” o bien, “no puedo dejar de hacer esto”. En este sentido, el síntoma se transforma en una objeción a la prescripción del discurso.

Lo que caracteriza a la sociedad capitalista actual es un modo de goce parcial, fragmentado, que está vinculado a un registro cuantitativo: más y menos. Es un goce “capitalizable”: más dinero, más objetos, más éxito, más belleza, más salud, incluso más orgasmos. 

Para entenderlo, se puede comparar con épocas anteriores en las cuales el goce se vinculaba a una infinitud: el amor y sacrificio a Dios, por ejemplo; la “trascendencia revolucionaria”, el hombre nuevo. La forma de goce actual, en cambio, ha constituido lo que Colette Soler llama un “cinismo generalizado”, que se refiere a un discurso en el que se admite totalmente que un sujeto no tenga nada más que hacer en su vida que dedicarse a sus cosas, sus logros y realizaciones individuales. 

El problema es que esta “normalidad” va produciendo un aumento de la insatisfacción, ya que el “más” siempre va con el “menos”, lo que se puede ver en el esquema de la descarga pulsional. Esta insatisfacción va produciendo un aumento del sinsentido y de diversas formas de violencia.

La violencia actual se refiere a las “violencias del desorden”, que transgreden el orden y entran en conflicto con la homeostasis del discurso. También existe una violencia del orden, ya que para ordenar los goces hay que prohibir y normativizar, incluso hay que “hacerse violencia” para poder soportar a los demás. Pero existe también lo que se llama la  violencia instituyente, que se ubica por fuera del orden y que implica un punto de excepción. La estructura de este punto es la que permite entender la creación en el arte, el pensamiento político y el acto analítico.

En el psicoanálisis recibimos a los “heridos”, a las “victimas” del superyó capitalista. A quienes no lograron entrar en los requisitos de éxito, belleza, felicidad o a los que entraron y aún así, viven en la insatisfacción. El sujeto llega con su sufrimiento, su queja, su dolor y la posición del analista es que este padecer es posible de ser trabajado, en tanto se ayuda, a partir de la propia palabra del paciente, a descubrir lo que lo lleva al sufrimiento: ¿Qué hay de usted en lo que le sucede?. Esta pregunta implica un cambio de perspectiva, una responsabilidad en relación al propio goce.

A partir de esta lógica, también se podría establecer una “violencia del discurso analítico”, ya que se parte de un supuesto y de la "imposición" de que hay una responsabilidad del paciente en relación a su propio goce. Lo que permitiría soportar y disimular esta "violencia" es la transferencia, en tanto solo el hecho de escuchar a alguien sin prometerle nada, implica que lo que dice tiene interés, especialmente para un sujeto que proviene del discurso capitalista donde nadie escucha a nadie. (“Basta al principio escucharlo para que el sujeto se perciba un poco como erómenos, como “el amado”, dice Lacan en el Seminario de la transferencia). Esta escucha permite "disimular" la violencia que implica dar cuenta de esta responsabilidad y la de "obligarlo" a aceptar, descubrir y a saber algo que no quiere saber.

En este punto, surge nuevamente la pregunta de esta reunión: ¿Qué es lo que el Sujeto no quiere saber?

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